Los componentes ético-políticos en la ideología de la Revolución Cubana (Pte 2) (página 2)
En la última carta a su esposa Ana de Quesada
apenas unos meses antes de su muerte en desigual combate con
tropas españolas, que invaden su refugio de San Lorenzo,
en la Sierra Maestra, éste le expresa
que…"….al contestar tus últimas cartas,
te ofrecí escribirte con más extensión y
para cumplirlo empiezo hoy que es un día fausto para
nosotros los verdaderos cubanos, pues siempre indica aquella
fecha memorable del 10 de octubre de 1868. Así
podré comprender muchos particulares que es preciso
omitir, cuando se escribe a la carrera; pero no esperes todas las
interesantes ni los detalles de otras muchas; pues deseoso de no
contribuir a nada que baldone o perjudique en estas
circunstancias al Gobierno de nuestra Patria y creído de
que así puede resultar, si mis cartas caen en poder de los
españoles, aunque no tuviera en cuenta a mis enemigos
personales, seré muy parco en todo aquello que se
relaciona con lo que me ha pasado con esos enemigos y sus medidas
de gobierno anterior, ya que en lo exterior allá
estarán siempre mejor enterados y sabrán si de
trata o no de conseguir la libertad e independencia de Cuba
[…]. Comprendo muy bien que las razones alegadas para mi
deposición hayan parecido insustanciales; pero haz de
añadir que todo es un tejido de calumnias o de hechos
tergiversados […]. El deseo de la Cámara de
inmiscuirse en los negocios que no son de su competencia y
convertir al Presidente de la República en un Mayordomo de
cada Diputado…y por último la ambición de
algunos jefes militares que no estaban contentos con su
territorio ni sus atribuciones y sabían que yo consideraba
su supremacía perjudicial a la salud de la
República. Si yo hubiera podido transigir con estas
aspiraciones, todavía ocuparía la Presidencia; pero
mi conciencia me lo prohibía…."(24)
Su grandeza de espíritu y ejemplar patriotismo le
son reconocidos por el Apóstol, en su escrito
Céspedes y Agramonte, donde éste valora
como…"…el extraño puede escribir estos
nombres sin temblar, o el pedante, o el ambicioso; el buen cubano
no. De Céspedes el ímpetu y de Agramonte la virtud.
El uno es como el volcán, que viene, tremendo e
imperfecto, de las entrañas de la tierra; y el otro es
como el espacio azul que lo corona. De Céspedes el
arrebato, y de Agramonte la purificación. El uno
desafía con autoridad como de rey; y con fuerza como de la
luz, el otro vence. Vendrá la historia, con sus pasiones y
justicias; y cuando haya mordido y recortado a su sabor,
aún quedará en el arranque del uno y en la dignidad
del otro, asunto para la epopeya. Las palabras pomposas son
innecesarias para hablar de los hombres sublimes. Otros hagan, y
en otra ocasión, la cuenta de los yerros, que nunca
será tanta como la de las grandezas…"
(25)
Criterio que el Maestro reitera el 10 de octubre de 1888
en el diario El Avisador Cubano, que se publica en
Nueva York, al expresar como…"…es preciso
haberse echado alguna vez un pueblo a los hombros, para saber
cuál fue la fortaleza del que, sin más armas que un
bastón de carey con puño de oro, decidió,
cara a cara de una nación implacable, quitarle para la
libertad su posesión más infeliz, como quien quita
a un tigre su último cachorro." (26)
Ese hombre que deja la bienandanza de la fortuna y el
sosiego familiar para iniciar la primera contienda
independentista y que al final de su vida acata su injusta
destitución con entereza y ejemplar disciplina, es el
mismo que en mayo de 1870, apenas iniciada la contienda, rechaza
indignado la propuesta del entonces Capitán General,
Caballero de Rodas, que le ofrece la vida de su hijo Oscar,
prisionero del enemigo, a cambio de un arreglo personal, cuyas
bases se discutirían posteriormente. A la misma da como
respuesta que Oscar no es su único hijo, pues
también lo son todos los cubanos que han ofrendado su vida
por la Revolución.
1,2,2.- Antonio Maceo
Reconocido como brillante estratega militar dadas sus
épicas hazañas en nuestras contiendas
independentistas, que tuvieron su más brillante
epílogo en su antológica Invasión de Oriente
a Occidente, catalogada por no pocos especialistas como toda una
proeza para su tiempo, Maceo va igualmente a descollar como un
hombre de pensamiento de alto vuelo, que rigió su conducta
personal, por sólidos principios morales.
Nuestro Apóstol lo describe en su prosa elegante
como aquel que… "…de la madre más que del
padre, viene el hijo, y es gran desdicha deber el cuerpo a gente
floja o nula; pero Maceo fue feliz porque vino de león y
de Leona […]Y hay que poner asunto a lo que dice, porque
Maceo tiene en la mente tanta fuerza como en el brazo. No
hallaría el entusiasmo pueril asidero en su sagaz
experiencia. Firme es su pensamiento y armonioso como las
líneas del cráneo. Su palabra es sedosa, como la de
la energía constante, y de una elegancia artística
que le viene de su esmerado ajuste con la idea cauta y sobria. No
se vende por cierto su palabra que es notable de veras, y rodea
cuidadosa el asunto, mientras no esté en razón, o
insinúa, como quien vuelve de largo viaje, todos los
escollos o entradas de él. No deja frase rota, ni usa voz
impura, ni vacila cuando lo parece, sino que tantea su rema o su
hombre. Ni hincha la palabra nunca ni la deja de la
rienda…" (27)
El 5 de julio de 1878 Maceo responde a Vicente
García, a su solicitud de apoyar la acción
divisionista de Lagunas de Varona (28). En su misiva se
nos muestra una vez más su entereza de carácter,
lealtad a las instituciones de la República en Armas, su
espíritu unitario y férrea disciplina a las
jerarquías militares establecidas en el seno del
Ejército Libertador. Al respecto le increpa
como…"…usted se equivoca al decir que todo el
pueblo de Cuba estuvo de acuerdo con el movimientos de Lagunas de
Varona, pues estoy persuadido que era la minoría la que
pedía reformas progresistas, y conste que estuve de
acuerdo con algunas de ellas, pero nunca apelaré a la
rebelión y el desorden para hacer uso de mis derechos. No
es por cierto el mejor camino el que usted ha tomado para unir a
los patriotas, porque si existen disenciones entre estos, no son
tales que haya sido necesario apelar a tan reprochables medios
como aquellos de que se vale usted para el reclamo de los suyos
[…]. Al mismo tiempo que indignación me produce su
invitación al desorden y desobediencia a mis superiores,
rogándole se abstenga en lo sucesivo de proponerme asuntos
tan degradantes, que solo son propios de hombres que no conocen
los intereses patrios y personales. Al hacerme esta
proposición debió comprender que antes que todo soy
militar. Para mí nada implica la amenaza que a ese a este
Distrito, porque siempre apoyaré al Gobierno
legítimo y no estaré donde no pueden estar el orden
y la disciplina, porque vivir de esa manera sería llevar
la vida de un perfecto bandolerismo. Cumpla usted con el deber
que le impone su grado y sus obligaciones hacia la Patria y
verá que ni las fuerzas se fraccionan, ni se desorganizan,
como usted dice, pudiendo siempre reclamar el derecho y la
justicia…". (29)
Sobre las circunstancias que determinaron la firma del
ominoso Pacto del Zanjón (30), en febrero de 1878,
Fidel Castro valora como…"…muchas pueden ser
consideradas las causas de que en aquellas circunstancias nuestro
pueblo no hubiese podido conquistar la independencia. Tal vez
pueda ser más fácil ahora juzgar los hechos; tal
vez pueda ser más fácil hacer el papel de
críticos. A la distancia, se puede apreciar que, por
ejemplo, cuando los cubanos se levantaron en armas, no
poseían absolutamente ninguna experiencia militar, ni
política. La organización que dieron al
ejército y a la República en Armas era compleja.
Tal vez no era la que más se adaptaba a aquellas
circunstancias. En medio de la guerra desarrollaron una Asamblea
Constituyente, algo verdaderamente extraordinario y noble. De
aquella Asamblea surgió una forma de república, un
gobierno, una cámara de representantes. Y tal vez aquella
forma de organización no era la más adecuada para
organizar y dirigir la guerra. Pero en aquellos tiempos eran los
conocimientos que ellos poseían, las ideas prevalecientes,
y cada uno de aquellos hombres imaginaba estar cumpliendo con su
deber revolucionario y patriótico de la forma más
cabal. El sentimiento nacional no estaba realmente forjado. Y fue
precisamente aquella Guerra de los Diez Años la que
contribuyó a consolidar definitivamente un espíritu
nacional. Entonces existían todavía muchos
localismos. Era difícil movilizar fuerzas de una provincia
a otra, de una jurisdicción a otra. Los jefes de los
distintos cuerpos armados de cada región muchas veces eran
algo así como paladines o caudillos de aquellos
combatientes. Y los patriotas se enfrentaron con aquellas
realidades, con un fuerte regionalismo, un fuerte localismo, que
dificultaban la marcha de las operaciones militares. Surgieron
también problemas políticos. Surgieron en algunos
jefes ambiciones, surgió la confusión en algunos
patriotas. Y así ocurrieron hechos dolorosos, como fue la
destitución del Padre de la Patria, Carlos Manuel de
Céspedes. Y no fue aquel el único hecho. En 1875 se
producen en algunas regiones sediciones militares, como fue la de
Lagunas de Varona, en los momentos precisos en que Máximo
Gómez invadía la provincia de Las Villas y
necesitaba refuerzos para continuar la marcha de las operaciones
militares. Y los esfuerzos que el mando cubano realizaba para
reunir aquellas fuerzas que debían apoyar a Máximo
Gómez, fueron uno de los factores que contribuyeron a la
gestación de la sedición de Lagunas de Varona en
1875. Y más adelante, cuando los españoles,
haciendo un último y supremo esfuerzo, enviaron poderosos
contingentes de tropas aguerridas a nuestro país para
avanzar desde Occidente hasta Oriente y contrarrestar la
invasión de los patriotas, surgieron hechos dolorosos,
como fue la virtual expulsión de Máximo
Gómez del territorio de las Villas, como resultado del
acentuado localismo de algunos jefes de aquella región;
además, nuevas sediciones militares, como la de Santa
Rita, en los mismos instantes en que las tropas de
Martínez Campos se aproximaban en su ofensiva a la
provincia de Camagüey. Aquella sedición dio lugar a
la indisciplina y la insubordinación de unidades enteras,
y a la deserción de numerosos combatientes, precisamente
cuando el enemigo, con más fuerza que nunca, avanzaba
sobre Camagüey. Aquellas circunstancias fueron creando una
situación militar verdaderamente
crítica…". Para agregar
que…"…ahora, lo doloroso, lo que
sorprendió y dolió profundamente a Maceo y sus
fuerzas, fue la noticia de que, en los instantes en que ellos
terminaban el combate del Camino de San Ulpiano, se acababa de
firmar en Camagüey el Pacto del Zanjón. Y Maceo,
indignado, amargado, se preguntaba qué dirían sus
hombres, qué dirían sus compañeros,
qué dirían los heridos, cómo se podía
justificar ante sus muertos, los que había tenido en
aquellos combates, si en esos precisos instantes se estaba
firmando la paz sin la independencia. Y aquella paz sin
independencia realmente se había hecho sin consultar a
todas las fuerzas, puesto que las fuerzas de Maceo, una de las
más importantes de la Revolución, no habían
sido consultadas. Fueron esos factores los que determinaron una
conducta, una actitud y un gesto que señalan una de
las más extraordinarias proezas patrióticas de
nuestras guerras de independencia, de nuestros combatientes
revolucionarios, que fue la Protesta de Baraguá"
(31)
La denominada Protesta de Baraguá (32)
tiene en la historia de Cuba una especial significación
por expresar la lealtad a los principios revolucionarios,
aún en las más adversas condiciones. Su aporte a
nuestra ideología se fundamenta en la intransigencia
revolucionaria ante cualquier violación, por mínima
que sea, a los valores en que esta tradicionalmente se sustenta.
Al ser Antonio Maceo, su protagonista principal, enfrentado al
derrotismo de no escasos jefes militares y representativos de la
República en Armas, su ejemplo nos trasciende y alienta,
en las luchas del presente insertas en las más complejas
coyunturas.
Su ideario latinoamericanista y solidario se denota en
su plena confianza en el apoyo de las repúblicas hermanas
a la causa mambisa. En la carta que éste envía el
30 de octubre de 1895 al general Joaquín Crespo,
presidente de Venezuela afirma como…"…la
Revolución (cubana) se halla en camino de asegurar su
triunfo decisivo. Para ello nos hace falta solamente armamento
necesario […]. Ninguna nación (latino) americana
querrá por sí sola la responsabilidad que le
traería intervenir en los asuntos que favorezcan
directamente a la República de Cuba, pero creo que
ninguna, tampoco, se denegaría a aceptar esa misma
responsabilidad si fuese colectiva y solidaria entre todas.
Así, pues, si nuestros hermanos del Centro y del Sur del
Nuevo Mundo tuviesen a bien favorecer a Cuba, podrán
garantizar, en nombre nuestro, el pago de un empréstito de
un millón de dólares, los dineros diversos
serían invertidos en comprar elementos de guerra para los
cubanos; y ordenar que esos elementos fuesen contratados y
embarcados bajo los auspicios del Cuerpo Consular
Hispanoamericano, residente en Nueva York." (33)
A su vez observa con desconfianza las apenas ocultas
intenciones del gobierno norteamericano, signado de afanes
anexionistas. Maceo alerta a sus amigos del peligro de tales
propuestas. A Federico Pérez Carbó, de
misión en Nueva York, escribe desde el campamento de El
Roble (Pinar del Río), el 14 de julio de 1896
como…"…de España jamás
esperé nada, siempre nos ha despreciado y sería
indigno que se pensase en otra cosa. La libertad se conquista al
filo del machete, no se pide; mendigar derechos es propio de
cobardes incapaces de ejercitarlos. Tampoco espero nada de los
(norte) americanos. Todo debemos fiarlo a nuestros propios
esfuerzos, mejor es subir o caer sin ayuda, que contraer deudas
con vecino tan poderoso".(34)
En otra misiva, enviada al patriota Alberto Díaz,
apenas unas horas después, puntualiza
que…"…no me parece cosa de tanta importancia el
reconocimiento de nuestra beligerancia ni tan provechosa al
porvenir de Cuba la intervención (norte) americana como
suponen la generalidad de nuestros compatriotas. Creo más
bien que en el esfuerzo de los cubanos que trabajamos por la
independencia, se encierra el secreto de nuestro definitivo
triunfo, que solo traerá aparejada la felicidad del
país si se alcanza sin aquella intervención".
Idea que reitera en misiva al patriota José Dolores Poyo,
donde le recalca como…"…si hasta hoy las armas
cubanas han ido de triunfo en triunfo, ¿a qué
intervenciones e injerencias extrañas que no necesitamos
ni convendrían? Cuba está conquistando su
independencia con el brazo y el corazón de sus hijos;
libre será en breve plazo sin que haya menester otra
ayuda". (35)
1,2,3.- Máximo Gómez
Escasas personalidades simbolizan, en nuestra historia
patria, el gesto sublime de solidaridad latinoamericanista, no
obstante la presencia de tantos ejemplos hermosos, como el
Generalísimo Máximo Gómez. De modesto origen
campesino, de carácter más bien austero, recia
personalidad y valores morales bien acendrados, favorecieron el
desarrollo de su natural inteligencia, e innata capacidad para el
liderazgo y el mando militar, dones que suplieron con creces la
carencia de estudios universitarios y títulos
académicos.
No obstante que en el bregar continuo del Apóstol
en la organización de la guerra necesaria, surgiesen
excusables diferencias entre éste y el veterano
mambí, respecto a sus concepciones del como hacer la
guerra, siempre prevaleció un mutuo respeto y
consideración, que allanó el camino a la pronta
reconciliación ante la generosa prevalencia de su
común objetivo de ver a Cuba libre y soberana.
Las amargas experiencias de Gómez, en la primera
contienda, que condujeron al humillante Pacto del Zanjón,
seguramente lacerante para el Generalísimo, dado por el
celo civilista de los integrantes de la Cámara de
Representantes, instaurada por la Constitución de
Guáimaro; los absurdos, pero excusables para la
época, regionalismos, y particularmente las vanidades y
ambiciones personales de algunos personajes, estaban aún
muy recientes.
Martí, que se forja un indiscutible liderazgo
entre los Pinos Nuevos, que surgen a la palestra
pública sin el glorioso historial militar de los
épicos jefes de la gesta del 68, es portador de sus
personales concepciones al respecto, lo que no mengua, sino
acrecienta su acendrado respeto, casi veneración, por los
heroicos caudillos, que como el ilustre dominicano, eran leyenda
de los relatos escuchados de sus mayores, cuando sufría
por la patria esclava, en el presidio y temprano
destierro.
Posterior a uno de sus frecuentes y a veces conflictivos
encuentros, en su bregar organizativo, Martí le escribe a
Gómez, en carta fechada en New York, en 1884, a quien
reconoce como distinguido general y amigo
como…"… salí en la mañana del
sábado de la casa de Vd. con una impresión tan
penosa, que he querido reposar dos días, para que la
resolución que ella, unida a otras anteriores, me
inspirase, no fuera resultado de una ofuscación pasajera,
o excesivo celo en la defensa de cosas que no quisiera ver yo
jamás atacadas -sino obra de meditación madura:-
¡qué pena me da tener que decir estas cosas a un
hombre a quien creo sincero y bueno, y en quien existen
cualidades notables para llegar a ser verdaderamente grande!-
Pero hay algo que está por encima de toda la
simpatía personal que Vd. pueda inspirarme, y hasta de
toda razón de oportunidad aparente; y es mi
determinación de no contribuir en un ápice, por
amor ciego a una idea en que me está yendo la vida, a
traer a mi tierra a un régimen de despotismo personal, que
sería más vergonzoso y funesto que el despotismo
político que ahora soporta, y más grave
difícil de desarraigar, porque vendría excusado por
algunas virtudes, establecido por la idea encarnada en él,
y legitimado por el triunfo. ¡Un pueblo no se funda,
General, como se manda un campamento; y cuando en los trabajos
preparativos de una revolución más delicada y
compleja que otra alguna, no se muestra el deseo sincero de
conocer y conciliar todas las labores, voluntades y elementos que
han de hacer posible la lucha armada, mera forma del
espíritu de independencia, sino la intención,
bruscamente expresada a cada paso, o mal disimulada, de hacer
servir todos ]os recursos de fe y de guerra que levante el
espíritu a los propósitos cautelosos y personales
de los jefes justamente afamados que se presentan a capitanear la
guerra, ¿qué garantías puede haber de que
las libertades públicas, único objeto digno de
lanzar un país a la lucha, sean mejor respetadas
mañana? ¿Qué somos, General?, ¿los
servidores heroicos y modestos de una idea que nos calienta el
corazón, los amigos leales de un pueblo en desventura, o
los caudillos valientes y afortunados que con el látigo en
la mano y la espuela en el tacón se disponen a llevar la
guerra a un pueblo, para enseñorearse después de
él? ¿La fama que ganaron Vds. en una empresa, la
fama de valor, lealtad y prudencia, van a perderla en otra?
[…], El dar la vida sólo constituye un derecho
cuando se la da desinteresadamente. Ya lo veo a Vd. afligido,
porque entiendo que Vd. procede de buena fe en todo lo que
emprende, y cree de veras, que lo que hace, como que se siente
inspirado de un motivo puro, es el único modo bueno de
hacer que hay en sus empresas. Pero con la mayor sinceridad se
pueden cometer los más grandes errores; y es preciso que,
a despecho de toda consideración de orden secundario, la
verdad adusta, que no debe conocer amigos, salga al paso de todo
lo que considere un peligro, y ponga en su puesto las cosas
graves, antes de que lleven ya un camino tan adelantado que no
tengan remedio […]. ¿Se ha acercado a Vd. alguien,
General, con un afecto más caluroso que aquel con que lo
apreté en mis brazos desde el primer día en que le
vi? ¿Ha sentido Vd. en muchos esta abundancia de
corazón que me dañaría tanto en mi vida, si
necesitase yo de andar ocultando mis propósitos para
favorecer ambicioncillas femeniles de hoy o esperanzas de
mañana? (36)
El 5 de marzo de 1898, el Capitán General de
Cuba, Ramón Blanco envía una proposición de
alianza a Máximo Gómez. Con los Estados Unidos a
punto de declarar la guerra a España, éste le
propone al respetado mambí el unirse contra el
enemigo extranjero. En la misma le expresa
como…"…con la sinceridad que siempre ha
caracterizado todos mis actos, me dirijo a usted, no dudando por
un momento que su clara inteligencia y nobles sentimientos, los
que como enemigo honrado reconózcole, harán acoger
mi carta favorablemente. No puede ocultarse a usted que el
problema cubano ha cambiado radicalmente. Españoles y
cubanos nos encontramos ahora frente a un extranjero de distinta
raza, de tendencia naturalmente absorbente, y cuyas intenciones
no son solamente privar a España de su bandera sobre el
suelo cubano, por razón de su sangre española. El
bloqueo de los puertos de la Isla no tiene otro objeto. No
sólo es dañoso a los españoles, sino que
afecta también a los cubanos, completando la obra de
exterminio que comenzó con nuestra guerra civil. Ha
llegado, por tanto, el momento supremo en que olvidemos nuestras
pasadas diferencias y en que, unidos cubanos y españoles
para nuestra propia defensa, rechacemos al invasor. España
no olvidará la noble ayuda de sus hijos de Cuba, y una vez
rechazado de la Isla el enemigo extranjero, ella, como madre
cariñosa, abrigará en sus brazos a otro nueva hija
de las naciones del Nuevo Mundo, que habla en su lengua, profesa
su religión y siente correr en sus venas la noble sangre
española. Por todas estas razones, General, propongo a
usted hacer una alianza ambos ejércitos en la ciudad de
Santa Clara. Los cubanos recibirán las armas del
Ejército español y, al grito de ¡viva
España! Y viva Cuba!, rechazaremos al invasor y
liberaremos de un yugo extranjero a los descendientes de un mismo
pueblo". (37)
El Generalísimo le responde el 20 de abril
rechazando su oferta con una misiva en la que le
expresa:
"[…] Usted dice que pertenecemos a la misma
raza y me invita a luchar contra un invasor extranjero; pero
usted se equivoca otra vez, porque no hay diferencias de sangre
ni de razas. Yo sólo creo en una raza: la
Humanidad…" (38)
En comunicación dirigida a la Asamblea de
Representantes el 6 de enero de 1899 este valora
como…"…no creo que ahora que ha llegado el
momento se deba perder un solo minuto de tiempo en emprender en
obra, único medio de concluir la labor y despedir el poder
extranjero-para mí injustificable y que a la larga
constituye un peligro para la independencia absoluta de Cuba.-que
ejerce en esta tierra". (39)
En el transcurso de la Invasión a Occidente se
recogen las siguientes valoraciones de Gómez que revelan
la profunda eticidad de su pensamiento político. Frente a
la destrucción causada por la tea incendiaria, para
limitar los recursos de que disponía el gobierno
español para mantener la guerra éste expresa
como…"…cuando llegué al fondo, cuando
puse mi mano sobre el corazón adolorido del pueblo
trabajador y lo sentí herido de tristeza, cuando
palpé al lado de toda aquella opulencia, alrededor de toda
aquella asombrosa riqueza, tanta miseria material y tanta pobreza
moral; cuando todo esto vi en la casa del colono, y me lo
encontré embrutecido para ser engañado, con su
mujer y sus hijitos cubiertos de andrajos y viviendo en una pobre
choza, plantada en la tierra ajena; cuando pregunté por la
escuela y se me contestó que no la había habido
nunca, y cuando entramos en pueblos como Alquízar, Ceiba
de Agua, El Caimito, Hoyo Colorado, Vereda Nueva, Tapaste y
cincuenta más y no vi absolutamente nada que acusara ni
cultura, ni aseo moral, ni pueblos limpios, ni riquezas limpias,
ni vida acomodada; […] entonces yo me
sentí indignado y profundamente predispuesto en contra de
las clases elevadas del país, y en un instante de coraje,
a la vista de tan marcado como triste y doloroso desequilibrio
exclamé: ¡Bendita sea la tea!"
(40).
El Generalísimo Máximo Gómez valora
como frustrante la ocupación norteamericana del
país lo que se expresa en su Diario de Campaña
apenas a una semana de iniciarse oficialmente la misma, dado
que…"…la actitud del Gobierno Americano con el
heroico Pueblo Cubano en estos momentos históricos, no
revela a mi juicio más que un gran negocio aparte de los
peligros que para el País envuelve la situación que
mortifica el espíritu público y hace más
difícil la organización en todas sus ramas; que
debe dar, desde un principio, consistencia al establecimiento de
la futura República; cuando todo fuera obra suya, de todos
los habitantes de la Isla, sin distinción de
nacionalidades….Se me antoja creer que no puede haber en
Cuba, verdadera paz moral, que es la que necesitan los pueblos
para su dicha y ventura mientras dure el gobierno transitorio
impuesto por la fuerza de un Poder extranjero y por tanto
ilegítimo, e incompatible con los principios que el
país entero ha venido sustentando tanto tiempo y en
defensa de los cuales se ha sacrificado la mitad de sus hijos y
desaparecido todas sus riquezas. Tan natural y grande es el
disgusto y el apenamiento que se siente en toda la Isla, que
apenas el pueblo ha podido expansionarse celebrando el triunfo de
la cesación del Poder de sus antiguos dominadores. Triste
se han ido ellos y tristes hemos quedado nosotros; porque un
poder extranjero los ha sustituido […]. Pero los
americanos han amargado con su tutela impuesta por la fuerza, la
alegría de los cubanos y no supieron endulzar la pena de
los vencidos. La situación pues que se ha creado a este
pueblo de miseria material y de apenamiento, por estar cohibidos
casi todos sus actos de soberanía, es cada día
más aflictivo, y el día que termine tan
extraña situación, es posible que no dejen los
americanos ni un adarme de simpatía". (41)
En la conocida como Proclama del Narcisa, en la antigua
provincia de Las Villas el 29 de diciembre de 1898 valora
como…"…ha llegado el momento de dar
pública explicación de mi conducta y de mis
propósitos, siempre según mi criterio, en bien del
país al que sirvo, terminada la guerra con España,
firmada por nuestros aliados-tácitamente-los americanos,
creía de mi deber no moverme, sin un objeto
político determinado, del lugar en donde disparé el
último tiro y envainé mi espada y para no
perturbar, quizás, con mi presencia el reposo y la calma
necesarios, para consolidar la paz sin molestar a los cubanos con
manifestaciones de júbilo innecesarios. El período
de transición va a terminar. El ejército enemigo
abandonará el país y entrará a ejercer la
soberanía entera de la Isla, ni libre ni independiente
todavía, el Gobierno de la Gran Nación".
(42)
A inicios de 1899, recién iniciada la primera
intervención norteamericana da a conocer un manifiesto
bajo el título Al pueblo de Cuba, durante la permanencia
al frente de sus tropas en Yaguajay, antigua provincia de Las
Villas, que se conocerá posteriormente por los
historiadores como Proclama de Yaguajay. En la misma expone sus
criterios, en forma de patrióticos consejos, acerca de lo
que aspira sea la conducta de los cubanos y sus futuros
gobernantes ya fundada la futura República. Al respecto
expone como…"… para andar más pronto el
camino de la organización nacional, elegid para directores
de vuestros destinos a los hombres de grandes virtudes probadas,
sin preguntarles en dónde estaban y qué
hacían mientras Cuba se ensangrentaba en la lucha por la
Independencia. Debéis ser atinados en la elección
de los ministros, administradores de los intereses del
país, que no alfombren sus casas ni sean arrastrados por
carrozas antes que las espigas maduren con abundancia en los
campos de la Patria que habéis regado con vuestra sangre
para hacerla libre. No tengáis ministros con mujeres que
vistan de seda, mientras las del campesino y sus hijos no sepan
leer y escribir. Aprended a hacer uso en la paz de vuestros
derechos, que habéis conseguido en la guerra; que no se
deben conformar los hombres con menos, porque esto conduce al
servilismo, ni pretended más, porque esto os
llevaría a la anarquía. La observación
estricta de la ley es la única garantía para todos.
Yo aconsejo para Cuba, puesto que se alcanzó el sublime
ideal, un abrazo fraternal que apriete y una para siempre el
augusto principio de la nacionalidad cubana. El triunfo
definitivo debe rodear a este pueblo de majestad y grandeza. Se
debe conceder el perdón a todo el que lo solicite, para
que la obra quede completa. Al aproximarse a las tumbas gloriosas
de nuestros compañeros a depositar la siempreviva, junto
con una lágrima de guerrero, es preciso en esta hora
piadosa llevar el alma pura de rencores. Que no os ofusquen los
apasionamientos de la victoria, ni que los que se crean
más meritorios los ensoberbezca y ciegue el
orgullo, pues por ese camino casi siempre se han perdido muchos
hombres que principiaron siendo grandes y acabaron
pequeños. No se debe olvidar nunca que así como la
espada es la bienhechora para dirigir y gobernar bien las cosas
de la guerra, no es muy buena para esos oficios en la paz, puesto
que la palabrea ley es la única que debe decírsele
al pueblo, y el diapasón militar es demasiado rudo para
interpretar con dulzura el espíritu de esa misma ley. Se
tiene que dejar de oír el relato de pasadas
hazañas. Todo eso cumple a la majestad de la historia
porque si no se mortifica a los que, debiendo, no supieron
ejecutarlas y aparecería como un cargo que los irrita, y
predispone a los espíritus a la desunión o a la
discordia. Con todas estas preocupaciones de obreros abnegados
que todo lo han dado a la Patria, y ayudados por tres factores
poderosísimos, el trabajo, la educación y las
buenas costumbres – la mejor higiene para preservar el alma y el
cuerpo de amargos dolores -, Cuba será próspera y
venturosa Mientras tanto, si yo no caigo en lo que falta de la
lucha, y cuando me vea tranquilo en un rincón de mi
Patria, pediré siempre para Cuba las bendiciones del
Cielo. (43)
Ya al concluir la guerra, estando Gómez acampado
en el Central Narcisa, escribió a María
Escobar (colaboradora de la lucha independentista que
tenía el nombre de guerra de "Vencedor" y quien, junto con
Antonia Romero, "La Torcaza", realizó importantes labores
revolucionarias suministrando información, transportando
armas y pertrechos en el proceso bélico) una carta en la
que le señaló:
"Mientras más pronto se saque a la vida a este
pueblo muerto, tanto más será productivo y
consumidor […]. Esto es asegurar la paz, porque cuando el
pueblo tiene hambre, ella está amenazada […].
Dividida en dos castas la sociedad, una que tiene el pan y la
otra que tiene el hambre, ¿cómo puede andar eso
[…]"(44)
Tanta era la pasión del Generalísimo por
la agricultura, que después de firmar con José
Martí, el 25 de marzo de 1895, el Manifiesto de Monte
Cristi, de embarcarse junto al Apóstol integrando la
llamada "mano de valientes" en la madrugada del 1º
de abril, y de arribar a Cabo Haitiano, el día 8, mientras
se hacían los preparativos para llegar a Cuba,
escribió a sus hijos menores Urbano, Bernardo y
Andrés, una hermosa carta de despedida que sirve de
muestra de su amor a la tierra. En la misma les expresa
como…"…espero también que trabajen mucho
y voy a ver todo lo que cuando yo vuelva encuentro hecho en ese
patio. Muchas cosas bonitas, mucho sembrado, que al mismo tiempo
que sea bello, sea útil. Es preciso que hagan ahorros para
que lo más pronto que puedan, poner una pluma de agua,
pues sin agua no hacemos nada. Cuando se tenga el agua, de ese
patio se puede hacer un conuco y ahí en Monte Cristy una
familia honrada y trabajadora con un buen patio y que sepa sacar
provecho de él, vive desahogada […]. Muy bien
pueden ustedes hacerse grandes agricultores en ese patio y hasta
pueden tomar más. Les he dejado libros que les
enseñan cómo se cultiva todo y cómo se hacen
las cosas de la tierra, […], La distribución del
trabajo es lo esencial para que nos dé el resultado que
nos proponemos y eso es lo que ustedes deben hacer; […]
laboren la tierra que es el trabajo recio y duro, que da
fuerza y vigor y buena salud a los hombres.".
(45)
Mediante intrigas y pérfidas maniobras enfiladas
a la digresión de las fuerzas revolucionarias, el 12 de
marzo de 1899 se produce la destitución de Máximo
Gómez de los cargos ganados por sus méritos en la
contienda independentista por la Asamblea del Cerro (46),
que asume el poder de la República en Armas, tal como se
proclama en la Constitución de La Yaya
(47)
El Generalísimo, mediante un manifiesto a la
nación, expresó:
"…Extranjero como soy, no he venido a servir a este
pueblo, ayudándole a defender su causa de justicia, como
un soldado mercenario; y por eso desde que el poder opresor
abandonó esta tierra y dejó libre al cubano,
volví la espada a la vaina, creyendo desde entonces
terminada la misión que voluntariamente me impuse. Nada se
me debe y me retiro contento y satisfecho de haber hecho cuanto
he podido en beneficio de mis hermanos. Prometo a los cubanos
que, donde quiera que plante mi tienda, siempre podrán
contar con un amigo". (48)
El 2 de abril le escribe a su esposa
Bernarda del Toro:
"Los que esperan, están desesperados. Como
yo no espero nada, estoy muy tranquilo con mi inesperada
situación, descargado de toda responsabilidad y gozando
del cariño de este pueblo que ahora más que nunca,
me lo ha demostrado, comprometiendo, por modo tan elevado y
sentido, mi gratitud eterna […] La actitud del
Gobierno Americano con el heroico Pueblo Cubano, en estos
momentos históricos, no revela a mi juicio más que
un gran negocio […] Nada más racional y
justo, que el dueño de una casa, sea el mismo que la va a
vivir con su familia, el que la amueble y adorne a su
satisfacción y gusto; y no que se vea obligado a seguir,
contra su voluntad y gusto, las imposiciones del vecino".
(49)
Ante tal arbitraria medida, el Generalísimo
Gómez recibe un masivo respaldo popular, sumiendo a la
Asamblea del Cerro en tal descrédito que esta se ve
obligada a disolverse a los pocos días, abriendo el camino
a la consolidación de la ocupación norteamericana
impuesta al pueblo cubano. El ilustre cubano-dominicano,
rechazó los altos cargos que se le ofrecieron, incluso su
postulación como candidato a la presidencia de la naciente
República. En su proverbial modestia, solo propia de las
personalidades excepcionales, acompañada de su invalorable
ideario ético-político, residía su mayor
grandeza.
La tregua
fecunda
La conocida históricamente como Tregua
fecunda (50) período que transcurre desde la
firma del Pacto del Zanjón hasta el inicio de la
última guerra independentista el 24 de febrero de 1895
tiene una extraordinaria importancia en los aportes a la
ideología de la Revolución Cubana, dada la
trascendencia de los hechos que en su decursar tienen lugar y de
las personalidades que en ellos intervienen, portadoras de un
ideario de significativo contenido ético-político.
(51).
Dada la índole de nuestra obra priorizaremos tres
momentos fundamentales, por su contribución a la
producción espiritual, en el seno del pensamiento cubano
de la época a partir de sus personalidades más
representativas: papel del autonomismo en la confrontación
de ideas; el surgimiento de la clase obrera y de las primeras
organizaciones laborales, y particularmente, acerca de la obra
trascendente de José Martí en la
organización de la Guerra Necesaria.
2,1.- El autonomismo.
Esta corriente de pensamiento siempre estuvo presente,
inserta en el reformismo del siglo XIX, aunque enmarcado en
diversas peculiaridades, aspiraciones e intereses, acorde al
contexto epocal. (52) aunque revelado en sus esencias, en
diversos matices, si se percibe en la hondura de sus contenidos
ético-políticos, desde el más progresista
para su época, en las primeras décadas de la
centuria, personificado en el ideario de José
Agustín Caballero, Francisco de Arango y Parreño,
Félix Varela, Luz y Caballero y José Antonio Saco,
para citar las personalidades más relevantes; el resurgido
en el período de entreguerras (1878-1895), con su figura
cumbre en Rafael Montoro; hasta sus rezagos más
conservadores e incluso reaccionarios, en los dos últimos
años de la contienda independentista
(1897-1898).
En su complejo proceso de definiciones y reacomodos
ideológicos es dable tener en cuenta, en sus diversos
representantes, propiciado por un condicionamiento
multifactorial, el transitar desde los intereses clasistas, la
coyuntura histórica tanto nacional como internacional,
formación educativa y familiar; su nivel de
concientización; agudeza interpretativa de la realidad en
que desarrolla su actividad y tantas otras.
El estudio del pensamiento cubano, tarea harto compleja,
exige el no aferramiento a falsos objetivismos, intolerancias,
.reflexiones dogmáticas o prejuicios, que nublen el juicio
del analista, como el identificar tales posiciones, en todos los
casos, como carentes de afanes patrióticos. No es por mera
casualidad que no pocas de tales personalidades transitaran desde
el reformismo al independentismo, desde la excepcionalidad
temprana de Varela hasta la relativamente mudanza tardía,
pero siempre loable de Varona. (53)
Para un intelectual tan lúcido como Cintio
Vitier, en el denominado período
entreguerras…"…la cultura cubana, en la Isla, se
saturaba de autonomismo y positivismo. El Pacto del Zanjón
entrega el país a las corrientes más reaccionarias
y conservadoras, cabalizadas en dos partidos, el Unión
Constitucional, españolizante hasta la médula, y el
Liberal, después llamado Autonomista, vocero criollo del
reformismo y el evolucionismo". (54)
La creación del Partido Autonomista responde a la
particular situación política y económica en
que se encuentra sumido el país tras el temporal fracaso
de la primera contienda independentista y la firma del llamado
Pacto del Zanjón el 15 de febrero de 1878. En este
último…"…en que se agruparon
profesionales, profesores y hacendados cubanos incluyó
desde partidarios del status colonial irreversible, sujeto a
crecientes mejoras, hasta separatistas encubiertos, decididos a
aprovechar las posibilidades de propaganda crítica,
obtenidas en el fondo, como la representación a las Cortes
y la abolición de la esclavitud, al filo del machete
insurrecto, e incluso contó en sus filas con peninsulares
procedentes de la fracasada República Española. Los
autonomistas medios o típicos eran pues liberales en el
sentido español de la palabra, nunca libertarios de
raíz americana. De todos modos, antes de la
fundación del Partido Revolucionario Cubano en el exilio
(por José Martí. N. del A.), el autonomismo,
mediante sus brillantes oradores y medios de prensa, desarrollan
un intenso trabajo político, que, más allá
de los objetivos inmediatos, ayudó a la toma de conciencia
masiva de la problemática cubana frente a los cerriles
planteamientos del integrismo peninsular".
(55)
Si nos situamos en el ideario autonomista en el
período entreguerras éste
pretende…"…identidad de derechos civiles y
políticos para los españoles de uno y otro
hemisferio; extensión de los derechos individuales que
garantiza el título 1 de la Constitución a todos
los españoles; la admisión de los cubanos, a la par
que los españoles, a todos los cargos y destinos
públicos, con arreglo al artículo 15 de la
Constitución; inmediata entrada en el escalafón
general de los funcionarios de justicia, del ramo de
instrucción pública y de las demás carreras
administrativas y rebaja de los derechos que pagan en las aduanas
de la Península los azúcares y miles de Cuba, hasta
reducirlo a derechos fiscales". (56)
El agravamiento de la crisis económica tanto en
la colonia antillana, suministradora de recursos financieros, que
repercute necesariamente en la propia metrópoli, a partir
de 1897, sume a la corriente autonomista, en su última
etapa, en posiciones ya francamente reaccionarias y
antipatrióticas.
En esos dos últimos años de la segunda
contienda independentista resulta evidente
como…"…algunos indicadores económicos
sugieren que al finalizar el año de 1897, los recursos de
España se aproximan al límite. A la hacienda de la
Isla le resultaba imposible cubrir los gastos financieros para
mantener la guerra".
En tal sentido…"…políticos e
intelectuales como Francisco Pi y Margall, Pablo Iglesias y
Vicente Blasco Ibáñez, en sus escritos, denunciaban
la inutilidad de la guerra y sus consecuencias nocivas para la
sociedad y economía españolas…El humillante
fracaso del general Valeriano Weyler, apoyado en su último
esfuerzo por el gobierno de Cánovas del Castillo, con
grandes recursos logísticos dio punto final a tales
intentos" (57)
Tal situación extrema no le permitía a
España proseguir la guerra, sumado a los rotundos
éxitos obtenidos por el Ejército Libertador, en el
campo de batalla. Como bien reconociese el general Ramón
Blanco, sustituto de Weyler, como máxima autoridad
colonial en Cuba, a principios de noviembre de
1897…"…la administración se halla en el
último grado de perturbación y desorden; el
ejército agotado y anémico, poblando los
hospitales, sin fuerzas para combatir ni apenas para sostener sus
armas…". (58)
En definitiva la metrópoli se ve forzada a
promulgar el 25 de noviembre de 1897 el decreto que aprobaba el
régimen autonómico para Cuba y Puerto Rico. Ello
estimula a los sectores autonómicos más
retrógrados a incrementar su campaña contra los
afanes independentistas materializados en su heroica y desigual
lucha en los campos de batalla.
En el periódico Cuba, fundado por estos en New
York, estos nos revelan su verdadero ideario cuando expresan
como…"…nosotros los que comenzamos nuestra vida
política anunciando al pueblo de Cuba que será la
autonomía colonial su forma de gobierno más
efectiva, los que nunca fuimos a la Revolución desde 1879
hasta 1895, cuando precisamente íbamos de pueblo en pueblo
tratando de alejar de ella a todos los cubanos, presentadas las
ventajas del régimen autonómico y haciendo entender
que el inolvidable Martí habrá de conducirnos a la
desesperación y la muerte". (59)
Controversial resultan los diversos criterios de
historiadores y especialistas acerca del papel desempeñado
por la corriente autonomista en el llamado período
entreguerras. Si bien para unos desempeña un papel
positivo en el sentido de ejercer una crítica
sistemática a las manquedades e insuficiencias del status
colonial implantado en su colonia antillana, creando un clima
propicio, sin ser su propósito, en favorecer las
condiciones para la labor organizativa encabezada por José
Martí, en los preparativos para la Guerra Necesaria, para
otros resultó un factor retardatario en ese empeño.
Lo más cercano a la verdad histórica, en nuestro
criterio, es que ambas valoraciones son portadoras, en algo de
certeza. No es la primera vez que algo similar ocurre, aunque en
contextos disímiles, si analizamos el papel
desempeñado en su momento por José de la Luz y
Caballero y particularmente José Antonio Saco, en el
período que antecede a la primera contienda
independentista.
2,2.- Nacimiento del movimiento
obrero.
Si en 1827 los ingenios movidos por máquinas de
vapor constituían el 2,5% del total de ingenios en el
país, en 1846 éste subió a 19,8% y en 1861
alcanzó la del 17,7%. La introducción de la
máquina de vapor es acompañada por otros adelantos
técnicos que favorecen el incremento de la
producción azucarera.
En 1837 se inaugura la primera línea de
ferrocarril de 27 kilómetros, de La Habana a Bejucal. En
1859 la longitud total de las líneas de ferrocarril llega
a 350 kilómetros, en 1860 a 1281 y en 1885 a 1 499
kilómetros. En 1898 al cesar la dominación de
España en Cuba, la longitud alcanza ya un total de 1717
kilómetros. Junto con este desarrollo ferroviario se
extendió la red telegráfica.
A partir de la industria azucarera se constituye el
núcleo fundamental en la formación de nuestra clase
obrera, a partir del trabajo asalariado que sustituye
gradualmente al trabajo propiamente esclavo hasta la
abolición de la misma en 1886 que suma a la incipiente
clase obrera unos 200 000 antiguos esclavos Es de destacar que en
1862, unos 6 años de iniciarse la primera contienda
independentista existían en Cuba 172 071 negros esclavos y
45 477 hombres libres de los cuales 41 mil eran
blancos.
En otros sectores de la economía que aportan al
movimiento obrero nuevas fuerzas está la industria
tabacalera. Si en 1836, en 21 cigarrerías laboraban tan
solo 46 obreros, ya en 1861 en 38 manufacturas laboran 2 300
trabajadores. A partir de la introducción de la
máquina de vapor en 1860, a lo que se agrega la modalidad
de la torcedura de tabaco en 1988, determina la
concentración en los talleres de la fuerza laboral y los
primeros conflictos con la patronal en demanda de mejoras
salariales. Este sector es cuna del movimiento sindical, basado
en que muchos de sus miembros eran antiguos artesanos organizados
en asociaciones de socorros y ayuda mutua. La primera
organización conocida en Cuba es la Asociación de
tabaqueros de La Habana fundada en 1866.
Si bien la tendencia reformista en el movimiento obrero
impera durante años, liderada por Saturnino
Martínez, la creciente influencia del anarco-sindicalismo
introducido en Cuba por los inmigrantes ibéricos, radica
la lucha contra la patronal, encabezada por una figura destacada
en esa esfera, Enrique Roig de San Martín que tiene como
vocero el periódico por él fundado: El
Productor.
Saturnino Martínez se puede considerar uno de los
fundadores del movimiento obrero en Cuba. Asturiano de
nacimiento, era portador del rico legado obrero de esa provincia
española pues a partir de su ideario reformista
luchó por la fundación de escuelas obreras
nocturnas, cooperativas de producción y mejoras en las
condiciones laborales. En 1865 aparece en la capital, fundado por
él, el primer periódico obrero de Cuba, La Aurora,
que cesa hacia 1868.
En el primer número de La Aurora, el 22 de
octubre de 1865, se edita el artículo "Profesión de
fe" donde se valora que…"…cuando en el seno de
los pueblos empieza a sentirse el desarrollo de las ideas de
civilización y progreso, no hay fuerza posible a detener,
el espíritu de impulsión que lo anima. Las ciencias
y las artes, el comercio y la industria, losa ricos y los pobres,
todos en armónicas y legítimas aspiraciones se
empeñan en disipar el fantasma del error que cierne sus
alas sobre la multitud que empieza a despertar de su letargo. Por
eso los pueblos han efectuado con éxito admirable tan
grandes evoluciones en su rápida jornada"
(60)
En su artículo "Escaseces" publicado en el
"Aurora" el 17 de diciembre de 1865 después de valorar el
cúmulo de penurias y escaseces que sufren los integrantes
de los gremios, de donde nace el movimiento obrero en Cuba
expresa que…"….nosotros levantamos hoy nuestra
débil voz pidiendo para ellos más fraternidad,
más amor, más unión y más confianza;
porque hoy que se gana poco y que todo cuesta tanto, es cuando
los pobres necesitan la misericordia y la filantropía de
que tanto blasonamos a cada instante sin hacer alto en la
práctica de tan buenas doctrinas" (61)
Ya avanzado el siglo XIX, exactamente en 1885, se funda
el llamado Círculo de los Trabajadores, que tiene como
objetivo el luchar por mejoras laborales para los gremios, donde
sus principales dirigentes, como Enrique Messonier, profesaban
mayoritariamente las ideas anarquistas que tienen gran
importancia en la etapa inicial de la formación del
movimiento obrero en Cuba. En la medida que este se consolida
tiene la capacidad de organizar el Congreso Obrero (1887), que en
realidad consistió en un consistió en un conjunto
de reuniones efectuadas por diversas asociaciones obreras en La
Habana así como la celebración por primera vez en
Cuba del Primero de Mayo en 1890, cuya convocatoria se divulga el
20 de abril de 1890, así como el Congreso Obrero de 1892.
(62)
Nuestro país figura entre los primeros en el
mundo en celebrar esa fecha. En la convocatoria se expresa
como…"…los abajo firmantes habiéndose
hecho cargo del espíritu que anima a la mayor parte de los
obreros de esta capital, de celebrar una manifestación
pública, que termine en un gran meeting el primero de
mayo, han determinado celebrar dicha manifestación para
que el gobierno, las clases elevadas y el público en
general, sepan o puedan apreciar cuales son las aspiraciones de
este pueblo obrero. El itinerario de la marcha sería por
Calzada del Monte, Calle del Águila, Calzada de la Reina,
Galiano, San Rafael y Consulado hasta arribar al Skating Ring,
donde se celebrará el meeting donde los oradores
deberán exponer las necesidades y aspiraciones de la clase
obrera únicamente en forma moderada, para que nuestros
conceptos puedan ilustrar la opinión" (63)
Producto de la relativamente gradual primacía del
ideario anarquista sobre el reformista, en las décadas
finales del siglo, se revela en el importante papel que
desempeña Enrique Roig de San Martín (1843-1889) y
la fundación por éste del periódico "El
Productor" (1887) que publica los resultados del Congreso Obrero
de 1892, las demandas de la época del aún
incipiente movimiento obrero y divulga la condena de los hechos
ocurridos en Chicago el primero de mayo de 1886.
(64)
El texto del acuerdo del Congreso Obrero Socialista de
la II Internacional expresa:
"Por acuerdo del Congreso Obrero Socialista de la
Segunda Internacional, celebrado en París del 14 al 21 de
julio de 1889, se convierte en una jornada de lucha de homenaje a
los Mártires de Chicago, sindicalistas anarquistas, que
fueron ejecutados en Estados Unidos por su participación
en las jornadas de lucha por la consecución de la jornada
laboral de ocho horas que tuvieron su origen en la huelga
iniciada el 1 de mayo de 1886 y su punto álgido tres
días más tarde, el 4 de mayo, en la Revuelta de
Haymarket en Chicago. Llamativamente en los Estados Unidos no se
celebra esta conmemoración. Allí celebran el Labor
Day el primer lunes de septiembre desde 1882 en una parada
realizada en Nueva York y organizada por la Noble Orden de los
Caballeros del Trabajo (Knights of Labor, en inglés). El
presidente Grover Cleveland, auspició la
celebración en septiembre por temor a que la fecha de mayo
reforzase el movimiento socialista en los Estados Unidos".
(65)
Roig de San Martín es expresión de una
evidente radicalización en las ideas que esgrime el
movimiento obrero en su enfrentamiento a la patronal con una
determinada influencia del marxismo. En su escrito "En nuestro
puesto" que se publica en "El Productor" el 17 de noviembre de
1887 se valora como…"…faltaríamos a
nuestro deber si en los supremos instantes por que atravesamos no
se levantase nuestra voz para formular la más
enérgica protesta en contra de los acontecimientos
realizados en Chicago el día 11 del presente. Y
faltaríamos a nuestro deber por dos razones: porque como
hombres protestamos en contra de la pena de muerte, de ese crimen
jurídico que mancha la toga del magistrado con la sangre
del culpable…y porque como obreros tenían nuestra
simpatía los infortunados anarquistas de Chicago"
(66)
Asimismo escribe en su artículo "Democracia y
socialismo", divulgado en "El Productor" en su edición del
28 de junio de 1888 que…"…todos conocemos la
organización en que está basada la sociedad actual
y todos, por más vueltas que le demos con el fin de
atenuar los males que apareja, no podemos menos de reconocer que
esta gran máquina se mueve debido a la explotación
del hombre por el hombre […] La violencia y el fraude
puestos en juego por una minoría ambiciosa y astuta,
llegan a eximirla del trabajo directamente productivo,
señalándole un puesto en la dirección de los
negocios, o sea, de la mayoría consagrada a trabajar; y si
pacientemente esa mayoría soporta ese estado de cosas, es
porque la costumbre, la tradición, etc…han hecho
que al fin la considere como natural" (67)
Del 15 al 19 de enero de 1892 se efectuó el
Congreso Regional Obrero de la Isla de Cuba. El término
regional obedecía a que el movimiento obrero en Cuba se
consideraba parte orgánica del de España. La
convención tuvo lugar en el local del Centro Gallego de la
Habana, sito en Prado y Dragones, y contó con la
participación de 74 delegados. Allí fueron
discutidos libremente los temas que naturalmente inquietaban a
los sectores proletarios de entonces, como son: la jornada de
ocho horas, el derecho a huelga, las formas de
organización, la igualdad racial, el problema de la mujer,
el trabajo infantil. La particularidad del evento estuvo dada por
el debate entre los trabajadores afines al anarcosindicalismo
cubano debía ser menos ortodoxo en su ideología
antinacionalista y respaldar las actividades de los que luchaban
por la emancipación de Cuba., separatismo y los obreros,
cosmopolita, o antibelicistas, que mantenían una
posición más bien neutral con respecto al problema
de la independencia de Cuba. Al final la balanza se
inclinó hacia los que sustentaban la idea de que el
anarcosindicalismo cubano debía ser menos ortodoxo en su
ideología antinacionalista y respaldar las actividades de
los que luchaban por la emancipación de Cuba. En esa
dirección se aprueba la siguiente
moción:
1ro- El Congreso reconoce que la clase trabajadora no se
emancipará en tanto no abrace las ideas del socialismo
revolucionario y, por tanto, aconseja a los trabajadores en Cuba
el estudio de dichas ideas para que, actualizándolas,
puedan apreciar, como aprecia el Congreso, las inmensas ventajas
que estas ideas proporcionan a toda la humanidad al ser
implantadas.
2do- Que si bien hace la anterior afirmación en
su sentido más absoluto, también declara que la
introducción de estas ideas en la masa trabajadora de
Cuba, no viene, no puede venir a ser un nuevo obstáculo
para el triunfo de las aspiraciones de emancipación de
este pueblo, por cuanto sería absurdo que el hombre que
aspira a su libertad individual se opusiera a la libertad
colectiva de un pueblo, aunque la libertad a que ese pueblo sea a
esa libertad relativa que consiste en emanciparse de la tutela de
otro pueblo.
Por orden firmada por las autoridades coloniales el 20
de enero de 1892 se suspende el Congreso y se inicia una violenta
represión contra las organizaciones obreras, a pocos
años de dar inicia la última contienda
independentista, organizada por José Martí,
por…"…considerar que la mayor parte de los
acuerdos, particularmente los aceptados y aclamados en la noche
de ayer, tienden directamente a implantar y llevar a
ejecución los procedimientos del socialismo
revolucionario, mediante actos que revisten caracteres de delitos
contra el orden social y político existente".
(68)
En su edición del 27 de marzo de 1892 se publica
en "El Trabajo", el siguiente escrito bajo el título: A
los trabajadores de la región cubana:
"En Cuba, motivado por especiales circunstancias
históricas, es mucho más reciente el despertar de
los obreros, pero como en los demás países los
industriales y propietarios tienden constantemente a mermar
nuestros salarios, a pagar a más bajo precio por nuestra
servidumbre y nos afligen los mismos males: nuestra vida sin
garantías; el pan del siguiente día siempre
eventual; ignorantes y con deudas, viciosos y holgazanes a la
fuerza, nuestros familiares sin sostén y sin medios de
educación, sin abrigo, sin higiene, sin medicinas ni
médicos en sus frecuentes enfermedades, la zozobra y la
desesperación y el aterrador aspecto de la indigencia como
única perspectiva para el porvenir […] He
aquí el resultado de las leyes
político-económicas que nos rigen"
(69)
Solo desde 1879 a 1900 se efectuaron en Cuba 81 huelgas
de mayor o menor envergadura (70).
En crónica de Martí publicada en el diario
La Nación de Buenos Aires sobre la muerte de Karl Marx
ocurrida en marzo de 1883, éste expresa interesantes
valoraciones:
"Ved esta gran sala. Karl Marx ha muerto. Como se
puso del lado de los débiles merece honores. Pero no hace
bien el que señala el daño, y arde en ansias
generosas de ponerle remedio, sino el que enseña remedio
blando al daño. Espanta la tarea de odiar a los hombres
sobre los hombres. Indigna el forzoso abestiamento de unos
hombres en provecho de otros. Más se ha de hallar salida a
la indignación, de modo que la bestia cese, sin que se
desborde y espante. Ved esta sala; la preside rodeado de hojas
verdes, el retrato de aquel reformador ardiente, reunidor de
hombres de diversos pueblos y organizador incansable […]
Karl Marx estudió los modos de asentar el mundo sobre
nuevas bases, y despertó a los dormidos, y les
enseñó el modo de echar a tierra los puntales
rotos. Pero anduvo de prisa, y un tanto en la sombra, sin ver que
no nacen viables, ni de seno de pueblo en la historia, ni de seno
de mujer en el hogar, los hijos que no han tenido
gestación natural y laboriosa. Aquí están
buenos amigos de Karl Marx, que no fue solo movedor
titánico de las cóleras de los trabajadores
europeos, sino veedor profundo en la razón y en las
miserias humanas y en los destinos de los hombres, y hombre
comido del ansia de hacer bien. El veía en todo lo que en
sí propio llevaba: rebeldía, camino a lo alto,
lucha…". (71)
José
Martí como gestor de la Guerra Necesaria
Sin lugar a dudas el ideario martiano sintetiza lo
más avanzado del pensamiento progresista cubano del siglo
XIX y por su hondura, valores implícitos, creatividad y
carácter visionario, nos trasciende, como uno de los
pivotes en que se erige la ideología de la
Revolución Cubana, vista esta como un proceso continuo y
desarrollador, que iniciado en las últimas décadas
del siglo XVIII, se continua en el actual proceso de
construcción del socialismo en Cuba.
José Martí, en las diversas esferas donde
despliega su excepcional actividad revolucionaria, se destaca
como elegante prosista, orador, periodista, maestro y ensayista,
pero es singularmente como dirigente político, donde nos
muestra la más alta cota de su talento. Organizador por
excelencia, avalado, por un lúcido pensamiento, le
permite, en una constante, persuasiva y paciente batalla
ideológica, unir exitosamente a los veteranos de la
contienda tronchada en el Pacto del Zanjón, con los que el
mismo denomina pinos nuevos, en medio de
incomprensiones, recelos y prejuicios.
Su ciclópea labor hace posible la
fundación del Partido Revolucionario Cubano (72) y
del periódico Patria (73) y con los aportes de su
ideario, contenido en incalculables escritos, discursos y
documentos, proporcionar una fundamentación de tal
magnitud a la conformación de nuestra ideología,
que inspirados en la misma, a cien años de su natalicio,
la llamada Generación del Centenario le declara su mentor
y autor intelectual de la gesta del Moncada, el 26 de Julio de
1953. Hombre de vasta cultura, agudo analista y genial previsor
de acontecimientos, para la mayoría ocultos, es tomado
como punto referencial por estudiosos de diversas
temáticas, pues infinidad de ellas fueron abordadas de una
u otra forma en su infatigable labor intelectual. Mencionado por
muchos, imitado por pocos, vilipendiado o amado, comprendido o
tergiversado por otros tantos, nos lega un ideario de tal
magnitud, que no obstante los infinitos estudios a él
dedicados, siempre deja un espacio virgen, para nuevos
empeños.
Si podemos considerar a José Antonio Saco, no
obstante su conservadurismo político, el que nos
concientizó acerca de los riesgos para la
conservación de nuestra identidad como nación, si
se materializaran los afanes anexionistas de Estados Unidos; y si
bien en prácticamente todas las personalidades
participantes en nuestras contiendas independentistas desde
Carlos Manuel de Céspedes, Antonio Maceo y Máximo
Gómez, tuvieron la clara percepción de las
tortuosas pero bien meditadas intenciones de nuestros vecinos del
Norte, es al respecto, José Martí el que con
más diafanidad y previsión atalayó el
latente peligro, tanto en el orden cultural, político como
económico.
Al respecto, éste escribe en el
periódico Patria, en su edición del 14 de mayo
de 1892, como…"…por nuestra América
abundan, de pura flojera de carácter, de puro
carácter inepto y segundón, de pura impaciencia y
carácter imitativo, los iberófilos, los
galófilos, los yankófilos, los que no conocen el
placer profundo de amasar la grandeza con las propias manos, los
que no le tienen fe a la semilla del país, y se mandan a
hacer el alma fuera, como los trajes y como los zapatos".
(74)
El 25 de marzo de 1889 aparece publicada en el diario
norteamericano "The Evening Post" su carta, conocida como
"Vindicación de Cuba" y que luego recogería
éste en un folleto denominado "Cuba y los Estados Unidos".
En la misma expresa el sentimiento de los cubanos de la
época de que…"…ningún cubano
honrado se humillará hasta verse recibido como un apestado
moral, por el mero valor de su tierra, en un pueblo que niega su
capacidad, insulta su virtud y desprecia su carácter. Hay
cubanos que por móviles respetables, por una
admiración ardiente al progreso y la libertad, por el
presentimiento de sus propias fuerzas en mejores condiciones
políticas, por el desdichado conocimiento de la historia y
tendencias de la anexión, desearían ver la Isla
ligada a los Estados Unidos. Pero los que han peleado en la
guerra, y han aprendido en los destierros, los que han levantado,
con el trabajo de las manos y la mente, un hogar virtuoso en el
corazón de un pueblo hostil, lo que por su mérito
reconocido, como científicos y comerciantes, como
empresarios e ingenieros, como abogados, artistas, periodistas,
oradores y poetas, como hombres de actividad viva y actividad
poco común, se ven honrados dondequiera que ha habido
ocasión para desplegar sus cualidades y justicia para
entenderlos; los que con sus elementos menos preparados, fundaron
una ciudad de trabajadores donde los Estados Unidos no
tenían antes más que unas cuantas casuchas en un
islote desierto; esos, más numerosos que los otros, no
desean la anexión de Cuba a los Estados Unidos. No la
necesitan. Admiran esta nación, la más grande de
cuantas erigió jamás la libertad; pero
desconfían de los elementos funestos, que como gusanos en
la sangre, han comenzado en esta república portentosa su
obra de destrucción…Amamos a la patria de Lincoln
tanto como tememos a la patria de Cutting" ". (75)
El Apóstol, partícipe de la
Primera Conferencia Panamericana y testigo excepcional
de sus inquietantes resultados, atentatorios a la futura
soberanía de su patria natal y americana le conminan a
escribir a su amigo Gonzalo de Quesada y Aróstegui, el 14
de diciembre de 1889, que…"…sobre
nuestra tierra, Gonzalo, hay otro plan más
tenebroso que lo que hasta ahora conocemos y es el inicuo de
forzar a la Isla, de precipitarla a la guerra, para tener
pretexto de intervenir en ella y con
el crédito de mediador y garantizador, quedarse
con ella. Cosa más cobarde no hay en los anales de los
pueblos libres, ni maldad más fría".
(76)
Su amor a la que llamó tempranamente "Nuestra
América" motivó el llamado constante a la necesidad
perentoria de la unidad, transido por el fervor del sueño
bolivariano. Para el Apóstol…"… cree el
aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea, y con tal que
él quede de alcalde, o le mortifique al rival que le
quitó la novia, o le crezcan en la alcancía los
ahorros, ya da por bueno el orden universal sin saber de los
gigantes que llevan siete leguas en las botas y le pueden poner
la bota encima, ni de la pelea de los cometas en el Cielo, que
van por el aire dormidos engullendo mundos. Lo que quede de aldea
en América ha de despertar. Estos tiempos no son para
acostarse con el pañuelo a la cabeza, sino con las armas
de almohada, como los varones de Juan de Castellanos: las armas
del juicio, que vencen a las otras. Trincheras de ideas valen
más que trincheras de piedra […] Los que se
enseñan los puños, como hermanos celosos, que
quieren los dos la misma tierra, o el de casa chica, que le tiene
envidia al de casa mejor, han de encajar, de modo que sean una,
las dos manos. Los que, al amparo de una tradición
criminal, cercenaron, con el sable tinto en la sangre de sus
mismas venas, la tierra del hermano vencido, del hermano
castigado más allá de sus culpas, si no quieren que
les llame el pueblo ladrones, devuélvanle sus tierras al
hermano. Las deudas del honor no las cobra el honrado en dinero,
a tanto por la bofetada. Ya no podemos ser el pueblo de hojas,
que vive en el aire, con la copa cargada de flor, restallando o
zumbando, según la acaricie el capricho de la luz, o la
tundan y talen las tempestades; ¡los árboles se han
de poner en fila, para que no pase el gigante de las siete
leguas! Es la hora del recuento, y de la marcha unida, y hemos de
andar en cuadro apretado, como la plata en las raíces de
los Andes. […]. Ni ¿en qué patria puede
tener un hombre más orgullo que en nuestras
repúblicas dolorosas de América, levantadas entre
las masas mudas de indios, al ruido de pelea del libro con el
cirial, sobre los brazos sangrientos de un centenar de
apóstoles? De factores tan descompuestos, jamás, en
menos tiempo histórico, se han creado naciones tan
adelantadas y compactas. Cree el soberbio que la tierra fue hecha
para servirle de pedestal, porque tiene la pluma fácil o
la palabra de colores, y acusa de incapaz e irremediable a su
república nativa, porque no le dan sus selvas nuevas modo
continuo de ir por el mundo de gamonal famoso, guiando jacas de
Persia y derramando champaña. La incapacidad no
está en el país naciente, que pide formas que se le
acomoden y grandeza útil, sino en los que quieren regir
pueblos originales, de composición singular y violenta,
con leyes heredadas de cuatro siglos de práctica libre en
los Estados Unidos, de diecinueve siglos de monarquía en
Francia. Con un decreto de Hamilton no se le para la pechada al
potro del llanero. Con una frase de Sieyés no se
desestanca la sangre cuajada de la raza india. A lo que es,
allí donde se gobierna, hay que atender para gobernar
bien; y el buen gobernante en América no es el que sabe
cómo se gobierna el alemán o el francés,
sino el que sabe con qué elementos está hecho su
país, y cómo puede ir guiándolos en junto,
para llegar, por métodos e instituciones nacidas del
país mismo, a aquel estado apetecible donde cada hombre se
conoce y ejerce, y disfrutan todos de la abundancia que la
Naturaleza puso para todos en el pueblo que fecundan con su
trabajo y defienden con sus vidas. El gobierno ha de nacer del
país. El espíritu del gobierno ha de ser el del
país. La forma del gobierno ha de avenirse a la
constitución propia del país. El gobierno no es
más que el equilibrio de los elementos naturales del
país". (77)
Para agregar como…"… éramos una
visión, con el pecho de atleta, las manos de petimetre y
la frente de niño. Éramos una máscara, con
los calzones de Inglaterra, el chaleco parisiense, el
chaquetón de Norteamérica y la montera de
España. El indio, mudo, nos daba vueltas alrededor, y se
iba al monte, a la cumbre del monte, a bautizar sus hijos. El
negro, oteado, cantaba en la noche la música de su
corazón, solo y desconocido, entre las olas y las fieras.
El campesino, el creador, se revolvía, ciego de
indignación, contra la ciudad desdeñosa, contra su
criatura. Éramos charreteras y togas, en países que
venían al mundo con la alpargata en los pies y la vincha
en la cabeza. El genio hubiera estado en hermanar, con la caridad
del corazón y con el atrevimiento de los fundadores, la
vincha y la toga; en desestancar al indio; en ir haciendo lado al
negro suficiente; en ajustar la libertad al cuerpo de los que se
alzaron y vencieron por ella. Nos quedó el oidor, y el
general, y el letrado, y el prebendado. La juventud
angélica, como de los brazos de un pulpo, echaba al Cielo,
para caer con gloria estéril, la cabeza, coronada de
nubes. El pueblo natural, con el empuje del instinto, arrollaba,
ciego del triunfo, los bastones de oro. Ni el libro europeo, ni
el libro yanqui, daban la clave del enigma hispanoamericano. Se
probó el odio, y los países venían cada
año a menos. Cansados del odio inútil, de la
resistencia del libro contra la lanza, de la razón contra
el cirial, de la ciudad contra el campo, del imperio imposible de
las castas urbanas divididas sobre la nación natural,
tempestuosa o inerte, se empieza, como sin saberlo, a probar el
amor. Se ponen en pie los pueblos, y se saludan
"¿Cómo somos?" se preguntan; y unos a otros se van
diciendo cómo son. Cuando aparece en Cojímar un
problema, no van a buscar la solución a Dantzig. Las
levitas son todavía de Francia, pero el pensamiento
empieza a ser de América. Los jóvenes de
América se ponen la camisa al codo, hunden las manos en la
masa, y la levantan con la levadura de su sudor. Entienden que se
imita demasiado, y que la salvación está en crear.
Crear es la palabra de pase de esta generación. El vino,
de plátano; y si sale agrio, ¡es nuestro vino!".
(78)
Para el Apóstol, siempre estuvo presente como
objetivo para la lucha y el sacrificio, el sueño
modélico de la patria que se aspiraba a construir con
todos y para el bien de todos dado que…
"…la revolución no es la que vamos a iniciar en
la manigua, sino la que vamos a desarrollar en la
República." (79)
En el logro de tal onírico empeño la
preservación de la identidad cultural es requisito
insoslayable pues, en su criterio virtuoso…"…en
un pueblo no perdura sino lo que nace de él, y no lo que
se importa de otro pueblo. Mas estos devaneos, copias, deseos
honrados de introducir en el suelo patrio experiencias que en
otro suelo han dado resultados felices, son inevitables,
necesarios y útiles. Con el imperfecto ejercicio de la
libertad que permiten, y de su choque mismo con las necesidades y
espíritus reales de la patria, resulta el pueblo nutrido y
preparado para ejercer luego la libertad de su propia y original
manera." (80)
Martí dedicó especial importancia a la
agricultura, como sostén del basamento económico
sobre el que se erigiera la República por fundar
pues…"…la tierra nunca decae, ni niega sus frutos, ni
resiste el arado, ni perece: la única riqueza inacabable
de un país consiste en igualar su producción
agrícola a su consumo. Lo permanente bastará a lo
permanente. Ande la industria perezosa: la tierra
producirá lo necesario. Debilítese en los puertos
el comercio: la tierra continuará abriéndose en
frutos. Esta es la armonía cierta. Esta es
previsión sensata, fundada en un equilibrio
inquebrantable." (81).
Para el Apóstol la legalidad en que esta se
asentara es la garantía que permita…"… el
ejercicio general del derecho libre a los pueblos del
dominio de los ambiciosos" (82)…basada en
que…"…la justicia, la igualdad del mérito, el
trato respetuoso del hombre, la igualdad plena del derecho: eso
es la revolución." (83).
Quizás el documento donde más se explicita
la aspiración martiana a la República anhelada es
en el Manifiesto de Montecristi (84) suscrito el 25 de
marzo de 1895, redactado por éste y rubricado
conjuntamente con el Generalísimo Máximo
Gómez, en la ciudad del mismo nombre en la hermana
República Dominicana. En éste se afirma
como… "…la guerra no es en el concepto sereno de
los que aun hoy la representan, y de la revolución
pública y responsable que los eligió, el insano
triunfo de un partido cubano sobre otro, o la humillación
siquiera de un grupo equivocado de cubanos; sino la
demostración solemne de la voluntad de un país
harto probado en la guerra anterior, para lanzarse a la ligera en
un conflicto sólo terminable por la victoria o el
sepulcro, sin causas bastantes profundas para sobreponerse a las
cobardías humanas y a sus varios disfraces, y sin
determinación tan respetable por ir firmada por la muerte
que debe imponer silencio a aquellos cubanos menos venturosos que
no se sienten poseídos de igual fe en las capacidades de
su pueblo, ni de valor igual con que emanciparlo de su
servidumbre […]. La guerra no es contra el español,
que en el seguro de sus hijos y en el acatamiento de la patria
que se ganen podrá gozar respetado. Y aun amado, de la
libertad, que solo arrollará a los que le salgan
imprevisores, al camino. Ni del desorden ajeno a la
moderación probada del espíritu de Cuba,
será cuna la guerra, ni de la tiranía. Los que la
fomentaron y pueden aun llevar su voz, declaran en nombre de
ella, ante la patria, su limpieza de todo odio, su indulgencia
fraternal para los cubanos tímidos o equivocados, su
radical respeto al decoro del hombre, nervio del combate y
cimiento de la República […]. En la guerra que se
ha reanudado en Cuba no ve la revolución las causas del
júbilo que pudieran embargar tal heroísmo
irreflexivo, sino las responsabilidades que deben preocupar a los
fundadores de pueblos". (85)
Su muerte en combate el 19 de mayo de 1895, en Dos
Ríos, resulta su postrer y ejemplar tributo a la
conciencia de su pueblo y sus dirigentes a la vez que abre nuevas
y complejas expectativas al acontecer cubano, más
amenazado que nunca por la pérfida intervención
norteamericana, con falso ropaje de ayuda solidaria, que en
definitiva frustra el sueño del mambisado.
Referencias
bibliográficas
(1) Caballero, José Agustín.
"Exposición a las Cortes Españolas. Bases para una
Constitución de la Monarquía y sus colonias").
Tomado de: Electivismo e Independentismo en el pensamiento cubano
del siglo XIX. Rita Mª Buch Sánchez.
Conferencia dictada en el Aula Magna de la Universidad de la
Habana el 18 de noviembre de 2010.
(2) Fernando Ortiz. Los factores humanos de la
cubanidad, en Etnia y Sociedad. La Habana. Editorial Ciencias
Sociales, 1983.
(3) Consultar la obra de José Luciano Franco.
Ensayos históricos. Esquema de los movimientos populares
de liberación nacional (1511-1868). Páginas 18 y
19.
(4) Fuente: EcuRed.cu
(5) Inspirada ideológicamente en la
revolución haitiana a la misma se adhirieron negros y
mestizos radicados en Cuba, que inmigraron de Haití,
países latinoamericanos y Estados Unidos sobre
la mayoría de los cuales pesaban, por sus ideas,
órdenes de expulsión. El movimiento logró
atraer a algunos criollos blancos a través del
catalán Pedro Huguet, quien al igual que Aponte,
había tomado parte en la conspiración
de Román de la Luz. Era su propósito desatar
la revolución el 6 de enero de 1812 que
debía coincidir con la llegada de un buque haitiano
contratado por Herrera, con 300 fusiles y municiones, a
cierto punto de la costa norte de Camagüey. Por
diversas razones, el levantamiento general fue pospuesto, pero
el 15 de marzo de 1812, la dotación del
ingenio Peñas Altas, en Guanabo, liderada
por Juan Barbier se sublevó anticipadamente y
prontamente es sofocada. Sus principales líderes, producto
de una delación, son encarcelados, sometidos a juicio y
ejecutados. En La Habana, Aponte y ocho de sus seguidores son
ahorcados el 9 de junio de 1812.
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